23.09

 
HUSMEANTE. Carlos Trillo, Domingo Mandrafina. Estamos de enhorabuena. Continúa la recuperación de grandes tebeos serializados durante la época de las legendarias revistas de cómics de finales de los 70 y principios de los 80 en España, cuando se contaban historias en ocho páginas. Le ha tocado el turno a esta mezcla de género negro, ciencia-ficción y esperpento humorístico, un Blade Runner menos cyberpunk con un protagonista que es Humphrey Bogart y Peter Lorre a la vez. Temáticamente, bien podría estar emparentada con el Bogey de Antonio Segura y Leopoldo Sánchez. Pero es que, además, viene de dos los mejores artistas argentinos, el maravilloso Domingo Mandrafina, el dibujante que tanto a influido a Eduardo Risso y Marcelo Frusin, y el magistral Carlos Trillo, un guionista que ha dado una obra consistente y diversa. De cualquiera de estos dos creadores se puede tomar lo que sea a ciegas, aunque Husmeante se haga demasiado corto, y sepa a poco.
 
VELVET. Ed Brubaker, Steve Epting, Elizabeth Breitweiser. Decíamos ayer... que Ed Brubaker sufre el síndrome del buen artesano con oficio. Cuando alcanza altura de crucero, si vuelve a hacer lo mismo no hay sorpresa, y si intenta algo nuevo decepciona a sus seguidores. Velvet siempre ha tenido colgado el sambenito de obra menor de su artífice, pero, claro, se mide con gigantes. Pues no, Velvet no es más que otro trabajo de Ed Brubaker visto desde otra perspectiva. Y, como tal, vuela a la altura de sus pares. Una historia de superespías en la que Moneypenny, ya madura y semiretirada, es James Bond. Por eso opta por acompañarse del trazo clásico (en el sentido de Stan Drake o Jim Holdaway) de Steve Epting, que tan bien funcionó en otra historia de espionaje en su etapa en el Capitán América. Es también de agradecer que la protagonista no se espectacularmente hermosa ni espectacularmente neumática. Y, sí, una vez más es un tebeo buenísimo.
 
EL BAR DE JOE. José Muñoz, Carlos Sampayo. Los bares de Alack Sinner, sus barrios y ambientes siempre han sido mestizos, poblados por perdedores y buscavidas, gentes del vertedero que viven cada momento con abandono, como en una canción de Tom Waits. Esta es una recopilación de las historias y las gentes que frecuentan esos bares, con temperamentos pasionales tan en ebullición como la situación que se cuece en las calles. Con el dibujo personalísimo de José Muñoz, tan influido por Alberto Breccia y tan influyente en Frank Miller y tantos otros, con su atención a los detalles sórdidos y los enfoques fuera de cámara. Y con los guiones también tan particularmente estructurados de Carlos Sampayo, con su omnipresente preocupación por el convulso momento histórico, económico y social tan del gusto de la izquierda hispanoamericana desde entonces y hasta ahora. Esta es la obra de dos maestros y, por lo tanto...
 
EL TRIBUNAL DE LOS SECRETOS. Steven T. Seagle, Teddy Kristiansen, Bjarne Hansen et al. Pues sí que es un tebeo grunge. Y es extraño, porque en esta casa siempre se ha asociado aquella invasión de guionistas británicos en el sello Vertigo al Britpop. Con ellos llegó el colorido, la fantasía y la imaginación. El grunge era cosas de americanos cabreados, violentos y deprimidos, con los dientes apretados, mugrientos con y mucha oscuridad a su alrededor. De tebeos de superhéroes de los 90. Pero esta Casa, perdón, Tribunal de los Secretos está protagonizado por un puñado de personajes costrosos que parecen Nirvana antes de grabar Love Buzz y un personaje principal insufrible con la que es imposible empatizar. No se puede decir que sea una de las series principales del sello, el tremendismo metido a presión da un poco de risa y un buen puñado de elementos fantásticos están ahí "por exigencias del guion". Muchas veces parece un pastiche de todas las cosas Sandman bastante esforzado (la cábala, el tarot, los sueños, mitología, numerología y cháchara pseudofilosófica y pseudocientífica), pero, aun así, resulta bastante interesante gracias a que Seagle, como demostró en Es un Pájaro, también con Kristiansen, sabe reírse de lo que está escribiendo y, por ende, de sí mismo. Esto es una perogrullada, pero es cierto: lo inquietante de la Casa, perdón, El Tribunal de los Secretos reside en que todos ocultamos secretos, y si se supieran los nuestros más profundos, muy pocos nos librábamos del infierno.
 
CONAN REY. Roy Thomas, John Buscema et al. Este tomo supone la culminación de la saga de Conan... y Roy Thomas rascando el fondo del barril, cerrando círculos, terminando tramas y atando cabos sueltos consciente de que no se come la cena de Acción de Gracias en la Casa de las Ideas. Al principio del tomo, Thomas adapta lo que le quedaba por adaptar y deja el camino despejado para unas futuras aventuras que no tenía muy claro por dónde iban a discurrir en caso de haber continuado al frente del personaje. Y es que, como la historia editorial ha demostrado, la cosa ya no daba más de sí. Como en todo estertor, no nos libramos de algunos momentos risibles y fuera de personaje. La relación de Conan con su hijo, su talante en general y su actitud con las mujeres en particular harán arquear las cejas un buen número de veces. Parece que se hubiera hecho un intento de convertir a Conan y a su hijo en el Príncipe Valiente y el Príncipe Arn, pero no encaja ni a martillazos. La culpa es de L. Sprague de Camp, guardián de las esencias de Conan. Thomas se limita a guionizar para el cómic los últimos pastiches, sin muchas ganas de problemas y ya con un pie fuera de Marvel. Peor será luego, cuando en otras manos la serie se convierta en Falcon Crest. Para los que quieren tener todo lo bueno, es el momento justo de dejarlo. Como hizo Roy Thomas.
 
NIGHTWING. Tom Taylor, Bruno Redondo, Adriano Lucas et al. El optimismo y la alegría están de vuelta. Dick Grayson es, esencialmente, un hombre bueno. Y Tom Taylor demuestra una perfecta comprensión del personaje para definirlo en sólo unas páginas, con el plus del habitual patapúm a la retrocontinuidad que lo sacude todo. No falta la preocupación por las cuestiones sociales candentes con un enfoque bastante simplista, pero que satisfará fácilmente a sus lectores. No sería lo mismo, claro, sin la destreza de Bruno Redondo, que da todo un recital narrativo con ganas de ver lo que da de sí una página y de divertirse, redondeado (je) por el exquisito coloreado de Adriano Lucas. Qué tebeo más bonito, a fe mía. Si les gustó Ojo de Halcón de Matt Fraction y David Aja, les chiflará esto. Además, también sale un perrete, ¿qué más se puede pedir?