23.07

 
Un cierto hálito de pesimismo y desencanto impregna las reseñas de este mes, como si ya no encontrase ningún tebeo que me emocione como hicieron los de antaño, como si ya hubiese leído lo mejor que voy a leer en mi vida y no me quedase nada por descubrir. O, peor aún, como si poco a poco hubiera ido abandonando por mí mismo aquellos rasgos que me definían como la persona que soy. Todo resulta apagado, todo deja un sabor insípido.
 
El desesperante ritmo de publicación de LAZARUS ha ido lastrando la gran obra que era y hasta el dibujo de Michael Lark parece que se resienta. Después de tanto esperar, Greg Rucka ha dejado de lado las fascinantes implicaciones sociopolíticas de su trama para centrarse en luchas de poder y golpes de mano. El descubrimiento de la causa del conflicto no puede ser más tópico y, por ende, frustrante. Algo similar le sucede a EL DEPARTAMENTO DE LA VERDAD, con un James Tynion IV más preocupado a estas alturas por construir una intriga Vertiguera que por la labor de tesis (algo plomiza, ciertamente) que había distinguido a este tebeo. Además, me parece que tampoco se está dando cuenta de la contradicción interna de su obra y que cae en las mismas falacias que pretende denunciar. Martin Simmonds también parece haber aflojado y parece más una caricatura forzada de Bill Sienkiewicz que un discípulo aventajado. Más, más vida. En TUNGSTENO las vidas se cruzan en la zona más deprimida de Salvador de Bahía. Una chispa y todo se vuelve caótico. Pero, en realidad, Marcello Quintanilha no está contando más allá de una mera anécdota absurda como la vida misma en un lugar donde ni la vida ni la muerte valen nada. Por lo menos, acaba mejor que empieza. La que debiera ser la ración de optimismo, la cotidianeidad amable de LOS BUENOS VERANOS, usa demasiadas páginas para contar demasiado poco. Un demasiado poco que se torna repetitivo en formato integral. Déjenme continuar siendo cascarrabias si les digo que el dibujo de Jordi Lafebre se pasa de afectuoso. Lo mejor de todo es que Zidrou demuestra que conoce bien lo que significa vivir una relación larga en pareja y, ay, tener hijos, pero yo esperaba, necesitaba más de esta lectura. Más emoción, una experiencia más reconfortante. Y acaba STILLWATER y uno se queda pensando que Chip Zdarsky nunca remata la faena si no es colándote un saldo. Tenía los mimbres para ser un nuevo Y: El Último Hombre tras un planteamiento fascinante en el primer acto, pero el descarrilamiento en el segundo lo llevó por un camino inesperado para mal y demasiado telefílmico. Ante una conclusión a ladrillazos en el tercero, lo único que puedo sentir es indiferencia. La próxima vez ya no me subo a su tren. El dibujo demasiado esquemático Ramón K. Pérez tampoco es de mi agrado.
 
Me temo que el fuego empieza a apagarse, que pierdo la pasión. Hasta aquí hemos llegado, amigos. Me quedo sin fuerzas y sin ganas.