23.05

 
BATMAN / CATWOMAN. Tom King, Clay Mann, Liam Sharp, Tomeu Morey et al. Tom King retoma su trama de Batman y Catwoman justo donde la dejó el Anual 2, donde ya entonces nos contaba cómo iba a acabar la historia del murciélago y la gata, para escribir un epílogo. Y aún más, para redondearla y darle un final definitivo a todos los personajes. El dibujo de Clay Mann, apropiadamente, es muy romántico. También está Liam Sharp, un gran artista por derecho propio que crea grandes atmósferas y que le sentaría muy bien a otro tebeo de Batman dibujado sólo por él, pero su paréntesis al lado de lo que había venido edificando Mann, a pesar de su tendencia a las poses en ropa interior de anuncio de perfume caro, da forma a una ruptura que no es bienvenida. El cómic transcurre en diferentes navidades, siempre puntuado por villancicos tradicionales americanos. Pero nada de Rudolph the Red Nosed Reindeer ni Santa Claus Is Coming to Town. Todos los villancicos aquí hablan de paz y amor, de redención. Porque la serie principal ha explorado lo que significa ser Batman y lo que esto implica para Bruce Wayne, cómo le afecta un cambio de status, pero aquí se centra en Selina Kyle / Catwoman. Y ella es un todo, no hay diferencia entre ambas personalidades. Cómo impacta en ella ser pareja de Batman y lo que para Selina significa la maternidad, cómo la condiciona y la modifica. Porque King también es padre y sabe todo lo que eso conlleva. Cómo casar, en definitiva, su naturaleza. Lo que es, y lo que quiere ser. Y más aún, estar enamorada de Bruce, aceptar parecer domesticada cuando en realidad es una gata salvaje. Porque el amor también implica eso muchas veces, hacer cosas que no quieres hacer, dejar de hacer cosas que quieres hacer, negarte quién eres, renunciar a ello. Un tema al que vuelve King una y otra vez. Tras todo el estrés, tras todos los traumas, el amor y la familia son lo único que te redime. Llámenlo conservador, si quieren, pero King, que parece el prototipo del progre liberal norteamericano, ha pasado sus traguitos y encuentra la salvación donde le parece. Bien por él. Ha vivido y por eso es sabio. Caracteriza situaciones con sólo una pincelada, personajes sólo con una frase, hace chistes descacharrantes sólo con insinuarlos. Ahí están todos sus manierismos: la narración fragmentaria, los saltos a diversos momentos temporales sin avisar, la repetición atmosférica de palabras, los diálogos entrecortados con silencios preñados de significado, que se dice. Y sin olvidar ir dejando guiños aquí y allá a todo el lore de Batman; pero poca acción, amigos de los pijamas. Y cuando la hay, la hay porque tiene que haberla, porque este es un tebeo de superhéroes, pero lo que importa es lo que se dice mientras se corretea y se reparten los puñetazos. Porque así es King. Maldita sea, es inteligente, es emocionante, es brillante. Si no les gusta cómo escribe, este cómic no es para ustedes. Si les sucede como ocurre en esta casa, que los 85 números de la serie regular de Batman les supieron a poco y esperaban que la historia de amor de Bat/Cat se cerrase como los santos murciélagos mandan, si necesitaban que les demostrasen que el episodio de la boda no fue un error y si Tom King es su pastor, nada les faltará si no le tienen miedo a ser puntualmente ñoños. Ridicule is nothing to be scared of, que dijo Adam Ant.
 
EL ARMARIO. James Tynion IV, Gavin Fullerton, Chris O’Halloran. El armario se presenta como una historia de terror, pero no esperen acción ni sustos ni sobresaltos, sólo punzantes conversaciones, reflexiones sobre el hecho de vivir y un agudo retrato de personajes. De un personaje. Un padre irresponsable, que no quiere madurar, que sólo quiere escapar y que sabe que la está pifiando a lo grande, pero que se permite seguir cavando su propio hoyo porque no es capaz de ver más allá de su nariz. Y es que el egoísmo es el padre de la irresponsabilidad, que es lo verdaderamente inquietante en este cómic. A pesar de la brevedad del tomo, Tynion sabe lo que quiere contar y sabe profundizar en ello. Es lo que hacen un buen escritor. Y Fullerton da el perfecto tono sombrío que requiere el tema, recordando a Paul Azazeta, David Mazzucchelli y Jorge Fornés. Los miedos son siempre metáfora y reflejo de lo que escondemos, y este es un tebeo lleno de metáforas. ¿Qué es lo que cada uno de nosotros tenemos oculto en nuestro armario?
 
¿QUÉ LUGAR ESTÁ MÁS LEJOS DE AQUÍ? 1: PERDIDOS EN EL FIN DEL MUNDO. Tyler Boss, Matthew Rosenberg. En ¿Qué Lugar Está Más Lejos de Aquí? hay tantas cosas que aplaudir como de las que recelar. En sus diez primeras páginas hay alusiones a The Smiths, Jim Steinman, Black Flag, Hüsker Dü, Joy Division, Chic, Henry Rollins, Reagan Youth, Hall & Oates, Television, Duran Duran, Ella Fitzgerald, Talking Heads, Descendents, Minor Threat, Killing Joke y The Clash. Esta plaga de referencias ya es molesta por mucho que a uno le guste la música, pero se maximiza si no le interesa o no tiene ni idea de lo que le están mostrando. Y cuando por fin llega la revelación de la importancia metafórica de este elemento, resulta un tanto decepcionante. Por otro lado, hay una tendencia que se agradece en los comics de ahora por esforzarse por experimentar con interesantes formas nuevas de narrar. Y, desde luego, en eso Tyler Boss es brillante. Pero luego está la sensación de déjà vu, que tampoco ayuda, de estar leyendo una nueva versión de El Último Recreo de Carlos Trillo y Horacio Altuna vía El Señor de las Moscas. Aunque, por otra parte, está bien conducida por las bandas callejeras reminiscentes de La Naranja Mecánica (la película) que forman los niños que la pueblan. Unas bandas que son la manifestación de cómo estos niños supervivientes intentan entender el escenario postapocalíptico que les queda y del que son los únicos supervivientes. De nuevo damos un paso atrás con la repetitiva división por capítulos mediante una página-viñeta en negro, un recurso en principio llamativo que, por abusivo y arbitrario, acaba resultando irritante. Sin embargo, la sensación que queda al final es la de asistir cautivados a una inteligente reescritura de aquella modernización de la Anábasis de Jenofonte que fue The Warriors, a un Mad Max preadolescente. A pesar de que su único fin parezca ser el de mostrar un mundo, el mundo que Rosenberg y Boss han creado. Un mundo desconcertante.
 
LADY SNOWBLOOD. Kazuo Koike, Kazuo Kamimura. En 1972 el Teniente Blueberry es expulsado del ejército y se encamina a la cárcel, Corto Maltés deambula por la turbulenta Irlanda, Lone Sloane comienza a explorar el espacio y las dimensiones, Valentina sueña repetidamente con que se queda embarazada y tiene un hijo, Mr. Milagro y Big Barda regresan a Apokolips, La Cosa del Pantano descubre que su cuerpo mutilado puede regenerarse, Hank Pym viaja al interior de La Visión, la Tía May le atiza en la cabeza a Spiderman con un jarrón y no contenta con eso le descerraja un tiro, y Richard Corben hace que unos gatitos devoren a una banda de mozalbetes en un mundo postapocalíptico. Interesante producción. Pero veamos: en Japón, Lady Snowblood se abría con una historia de prostitución y trata de blancas, una violación, un baño de sangre perpetrado por una asesina completamente desnuda, un niño pequeño rebanado en dos, y unas mujeres tienen sexo lésbico explícito con un pene prostético. Sí, eso era otro nivel. La obra emblemática, ya saben, en la que se inspiró Tarantino para su Kill Bill y todo eso. Explotaition, sangre, softcore y temas mucho más adultos de los que estaban tratando el cómic en cualquier otra parte del mundo, desarrollados de forma mucho más madura. Este es un relato turbio sobre cómo los hombres, en su prepotencia, se sienten seguros y tienden a menospreciar a las mujeres. Por eso todos acaban siendo víctimas de Lady Snowblood. Los datos: personajes sin escrúpulos, crueldad mezclada con refinamiento y costumbrismo, narrativa cinematográfica pasmosamente influyente (hey, Frank Miller), total control del ritmo, dominio tanto de los momentos cinéticos como de las páginas más contemplativas, pasmosas alegorías visuales y mucho sexo. Sexo como arma y sexo como debilidad. Del escritor de El Lobo Solitario y Su Cachorro y el dibujante de El Club del Divorcio, amigos. Si les da vértigo meterse en el serialón que es El Lobo, estos dos cómodos tomitos son mucho más accesibles para abrir la puerta.