23.03

 
NEXTWAVE: AGENTES DE H.A.T.E. Warren Ellis, Stuart Immonen, Wade Von Grawbadger, Dave McCaig, Paul Mounts. Warren Ellis tiene talento. Suele hacer series con la mirada puesta en la grapa y fundamenta cada episodio en la acción desenfrenada. ¿Qué tienen en común todas sus obras? Unos personajes con malas pulgas, más chulos que un ocho, siempre con la frase lapidaria en los labios, eternamente cabreados, malhablados y adictos a todo tipo de sustancias. Ya sean Jenny Sparks, Elijah Snow, Desolation Jones o Miranda Zero. En esta casa nos gusta Warren Ellis. Por sus tramas bien planteadas, por su derroche de imaginación, por sus diálogos cortantes como cuchillas, por su autenticidad y originalidad. Tiene un sentido del humor salvaje. Piensa que lo brutal es divertido, pero no por esto menos inteligente. Escribe tebeos con mordiente. Que muerden. Tiene un je-ne-sais-quoi que lo hace diferente a todos los demás escritores. Todo esto es lo que encontramos en Nextwave, un puñado de figuras de cuarta fila de Marvel (la hija de Ulysses Bloodstone, aquel derroche de testosterona con una gema en el pecho; el Hombre Máquina, la creación de Jack Kirby para dar un volantazo a su serie cuando se aburrió de exprimir 2001…¡Irving Forbush!), se inventa otros igualmente caricaturescos (ese Dirk Rabia que es una versión de Nick Furia más desquiciada que la que vimos en su Planetary) y los usa para hacer lo que le da la gana sin tener que atender a mandatos editoriales. O sea, Global Frequency, The Authority o Injection, pero tendente a la gamberrada, la parodia y el disparate, y en La Casa de las Ideas, lo que le añade picante al guiso. Stuart Immonen demuestra en cada página que es un artista camaleónico.
 
UNDERTAKER. Xavier Dorison. Ralph Meyer. Aunque algunos pensemos que Comanche le disputa seriamente el título, es un lugar común el que Blueberry sea considerado como el mejor western de la Historia del cómic. Undertaker sique la estela, tanto temática como estética, de la obra de Charlier y Giraud. Una BD de vaqueros, indios, colonos y potentados, de evidente sabor clásico, muy muy muy clásico. Tanto como si no hubiera pasado el tiempo. Con muchos damn! y ??!! y hell! Pareciera que en el cómic europeo Frank Miller nunca hubiera existido y si no fuera por el revelador toque de modernidad que confiere a la obra el monólogo interior del protagonista, creeríamos que Meyer y Dorison son dos nombres encuadrados en esa década que va de la segunda mitad de los años 70 del pasado siglo a la primera mitad de los 80. Visualmente apabullante, con un trazo muy suelto otra vez en obvia deuda con Jean Giraud y con un protagonista con un pasado en sombras, tan carismático y caradura como el teniente Mike Donovan. Como no podría ser menos, el enterrador que da nombre a la obra es un antihéroe pragmático, caracterizado por el cinismo y con una saludable dosis de misantropía.
 
UNA SED DE VENGANZA JUSTIFICADA. Rick Remender, André Lima Araújo, Chris O’Halloran. Sabemos que Remender suele plantear sus historias con las gónadas por delante, pero esta es una obra extraña y terrible dentro de su canon y, quizá por eso, la más humana. Ha hecho un esfuerzo consciente por presentar un ejercicio diferente. Una serie repleta de acción muy bestia que trae ecos de Pulp Fiction, dura y sucia como la que más, pero sin toda la verborrea que le caracteriza, lo que resulta refrescante por lo bien que funciona. Con los diálogos justos, ágil como el demonio y oscura como la boca del infierno, no da un momento de respiro. Llena de preguntas, rebosante de misterios, con un villano diseñado también a conciencia para resultar el más repulsivo y vil jamás imaginado y con un samaritano al que todas sus buenas acciones le salen caras como protagonista. Remender lo deja todo en manos de la tremenda narrativa gráfica del dibujante y arquitecto portugués André Lima Araújo que, por momentos, recuerda fácilmente a Katsuhiro Otomo, y la eficaz labor de Chris O’Halloran como colorista. Este tándem ganador, sin duda, es lo que hace que Una Sed de Veganza Justificada sea un suspiro tan sobresaliente, con un acabado tan redondo, tan satisfactorio, que deja tanto poso.
 
LA LLAMADA DE CTHULHU. Gou Tanabe. Gou Tanabe está traduciendo en imágenes lo más granado de la producción de Howard Phillips Lovecraft con un aplomo encomiable. Con el ritmo y la tensión precisas, no tiene miedo a las limitaciones que le impone el medio. Al contrario, abraza el terror psicológico para ir mucho más allá y entrar directamente en el terreno del espanto físico. Tanabe produce repulsión y escalofríos, da nombre a las bestias innombrables y da forma a los horrores indescriptibles. La geometría blasfema, los sueños de un loco, todo lo muestra. En lugar de eludirlos, los afronta cara a cara valientemente. Ha decido poner carne tangible a aquellos imposibles a los que Lovecraft prefirió dejar a la imaginación. La suya es la representación del terror gótico por excelencia. Con un estilo detallado, en absoluto relamido, clásico y a la vez distorsionado, sus adaptaciones son fieles e inteligentes. Un triunfo.