02.22

BATMAN: R.I.P. LA SAGA COMPLETA. Grant Morrison et al. Confeso admirador de las edades de oro y plata de los cómics, y gran reformulador de conceptos allá donde vaya a parar, tampoco es de extrañar que a Grant Morrison se le encargase la serie regular de Batman. De eso precisamente trata toda su etapa en el Caballero Oscuro. Para Morrison todo Batman es Batman. El vengador justiciero de Bill Finger y Bob Kane, el rechoncho sonriente de Dick Sprang, el esforzado gladiador de Neal Adams, el sombrío señor de la noche de Frank Miller, La Broma Asesina, Una Muerte en la Familia, Knightfall, Tierra de Nadie, Crisis de Identidad, el alienígena de Zur-En-Arrh y hasta el Batmito. Todo es válido, todo está en continuidad y él se encarga de integrarlo. Siguiendo las enseñanzas de Alan Moore, su maestro y némesis, en Miracleman, Morrison recuenta la historia y la hace encajar. Nos cuenta el pasado sin exclusiones y sin remilgos, aumenta la batfamilia y apunta a lo que está por venir. Todo queda hilado y a todo le da explicación, salpimentándolo de conspiraciones desquiciadas y mística lisérgica, aunque haya que estar atento para no perderse en las elipsis. Del desfile de dibujantes, unos más apropiados, otros menos, ninguno molesta demasiado en la creación de esta proteica mitología definitiva a través de las eras y proyectada hacia el futuro. Cada quien tiene sus preferencias y en esta casa Tom King es nuestro pastor a quien amamos sobre todas las cosas, pero quizá sea la de Grant Morrison no sólo la etapa larga más interesante del personaje, sino la mejor.
 
OUTCAST (PARIA), 4. Robert Kikman, Paul Azaceta, Elizabeth Breitweiser. Tras el éxito popular de Los Muertos Vivientes y la aclamación crítica de Invencible, el visionario Robert Kirkman se permite otra exploración de género en la que desarrollar sus temas recurrentes: la familia, sus relaciones y la caracterización de personajes. Dotarles de dimensiones y de vida, contar una historia y el modo de contarla es su fuerte. Tampoco inventa nada esta vez, empieza saqueando a William Peter Blatty y deriva una lovecraftiana lucha entre el bien y el mal en la América profunda. O el cielo y el infierno, si lo prefieren. Lo que sabe muy bien es cómo explotar hasta las últimas consecuencias las posibilidades del tema que le ocupe en cada momento, siempre con un giro atractivo y, en ocasiones, novedoso, y cerrarlo a la perfección. Tras un extenso desarrollo satisfactorio, sus finales nunca decepcionan. Los brochazos de tinta de Azaceta y la lóbrega paleta de Breitweiser, fecundos ambos en recursos, asientan el ambiente perfecto y le van como anillo al dedo.
 
CROSSOVER. Donny Cates, Geoff Shaw, Dee Cunniffe. Ay. Vale. Nos gustan los tebeos. Nos han gustado desde que aprendimos a leer. Nos gustan de todos los géneros y estilos. Muchos aprendimos a leer con ellos. Para unos cuantos, incluso, son lo que más nos gusta en el mundo. Los amamos. Importan. También es una afinidad electiva que delata nuestra edad. Puf. Donny Cates, uno de los nuevos nombres que más están despuntando en la industria derrochando actitud, saber hacer y estilo, es uno de los nuestros. Sabe que, en un mundo de redes sociales y plataformas televisivas, los lectores somos una minoría. Y que los lectores de tebeos somos una minoría dentro de una minoría. Sabe que el coleccionismo de tebeos se ha convertido en bibliofilia y casi en un deporte de riesgo (¿alguien dijo la carrera de obstáculos para hacerse con La Espada Salvaje de Conan en Marvel Limited Edition, los precios de Starman en Wallapop?). Y sabe que los eventos y, sí, los crossovers nos provocan burbujeos de excitación y al mismo tiempo son una peste. Por eso ha creado un universo en el que la ficción comiquera ha irrumpido en la realidad y sus personajes pululan entre nosotros. Donde los cómics se convierten en lo más importante, todo gira en torno a ellos y, por lo tanto, mueven a extremismos. Si quieren buscar ustedes una gran alegoría sobre la intolerancia y los tiempos polarizados que nos han tocado vivir… bueno, está ahí. Si lo que quieren es revolcarse en la pura diversión sin pretensiones de todos los guiños, chistes y referencias que hay literalmente desde la primera viñeta en todas y cada una de las páginas… pues también. Esta es una obra para nosotros, que llevamos décadas atesorando ejemplares, boomers que compramos una y otra vez nuevas ediciones de lujo de los tebeos mal impresos en mal papel que leímos de niños.
 
LOS MALDITOS: LAS DONCELLAS VÍRGENES. Jason Aaron, Rajko Milošević “r.m. Guéra”, Giulia Brusco. Cuando Jason Aaron puso punto final a Scalped, dejó un hambre insaciable de otra obra maestra que se acercase a su altitud cegadora. Cuando Paletos Cabrones quedó en suspenso por la “cancelación” (muerte civil, deberíamos decir) de su dibujante, Jason Latour, por portarse como un patán, dejó un hueco imposible de llenar con metadona de franquicias superheroicas. Cuando Aaron firmó un contrato en exclusiva con Marvel que le ha estado absorbiendo la mayor parte de su talento durante años, dejó claro y cristalino que trabaja infinitamente mejor con creaciones propias que con personajes ajenos. La premisa de Los Malditos, tal como sonaba, parecía una idea de desecho. Una versión hard boiled del Génesis. Pero Aaron, sureño ateo educado en el cristianismo, tiene claro que el Antiguo Testamento está repleto de violencia, bajas pasiones, estupro, incesto, traiciones y hasta seres sobrenaturales. El material suficiente para tomar unos pasajes del libro de libros y darle su tratamiento. La Biblia según San Jason Aaron. El mundo poco antes del diluvio está poblado por seres desalmados en el que la miseria, el fanatismo y la ley del más fuerte definen al ser humano. Este segundo volumen pone el foco en temas candentes como las congregaciones religiosas fundamentalistas, la reivindicación del feminismo, la sororidad y la libertad de todo tipo, sin que nada rechine, en la mejor tradición de los cómics que nos llegaron sin tanta alharaca con la primera oleada del sello Vertigo. El que el señor Guéra, con quien ya parece haber formalizado una relación de pareja estable, haya dispuesto de tiempo para desplegar su despampanante dibujo, es la guinda sobre el pastel. Y el fulgurante coloreado de Brusco, la miel sobre las hojuelas. Lo mejor de la escritura americana con lo mejor del arte europeo.