TWO-FISTED TALES, VOLUMEN 1. Harvey Kurtzman et al. Diábolo. Que sí, que este es el tebeo antimilitarista que estaban esperando todos para darse pisto. No esperen grandes revelaciones, todavía no está en su mejor momento.
NEWBURN, VOLUMEN UNO. Chip Zdarsky, Jacob Phillips. Planeta. Un ejercicio de estilo sobre el formato grapa protagonizado por un impasible detective carismático sin escrúpulos y su no menos dura ayudante. Anda, pero si son los Holmes y Watson de Elementary. Pero con un pasado.
HAY ALGO MATANDO NIÑOS, VOLUMEN OCHO. James Tynion IV, Werther Dell'Edera, Miquel Muerto. Planeta. Tynion también se suma a ver lo que puede hacer con una grapa y nos cuenta algunos de los casos de su protagonista. Lo diremos una vez más: la serie madre está a años luz de todos sus derivados en cuestión de calidad, pero a lo mejor sería cosa de ir pensando en cerrar ya el negocio.
THE GOOD ASIAN, 1936. Pornsak Pichetshote, Alexandre Tefenkgi, Lee Loughridge. Planeta. La trama es tan enrevesada que llega un momento en que me deja de importar y el dibujo se me queda corto para lo que quiere contar. ¿Por qué confío en este tebeo? No lo sé. Intuición masculina.
CLASE LETAL, LIBRO 4: LOS NIÑOS SERÁN ESQUELETOS. Rick Remender, Wes Craig, Lee Loughridge. Norma. Remender cierra la que tal vez sea su mejor serie haciéndose un autohomenaje autobiográfico sobre sus inicios como escritor, sus decepciones, sus concesiones para seguir viviendo y sus traiciones al joven punk que una vez fue. Curva de la felicidad (?) incluida. El lector avispado verá asomar al protagonista de Fear Agent por ahí. Las últimas páginas dejan un importante mensaje y una bonita reflexión final que será más emocionante para aquellos que hayan leído la introducción del propio autor a, sí, Fear Agent.
EL GUERRERO DEL ANTIFAZ, EDICIÓN 80º ANIVERSARIO: VOL. 2, HONOR Y TRAGEDIA. Manuel Gago. Dolmen. Gago alcanza altitud de crucero y la influencia de Alex Raymond se hace patente. La historia es irresistible y es la esencia del folletín: malos sentimientos, traiciones, sexualidad latente, un plantel de secundarios magníficamente perfilados y dinamismo a raudales. Ojalá el editor de entonces le hubiera soltado el cuello y le hubiese dejado libertad para hacer la obra maestra definitiva que estaba destinada a ser. Y ojalá el editor de ahora nos pueda ofrecer sucesivos volúmenes, por favor y gracias.
PARACUELLOS, EDICIÓN TOTAL. Carlos Giménez. Reservoir Books. El aficionado al cómic que a estas alturas no conozca la obra magna de Carlos Giménez no es merecedor de tal apelativo, pero por si entre mis innumerables lectores todavía queda alguno que no se haya acercado a Paracuellos, ahí va esto. Con inmensa capacidad narrativa, Giménez cuenta un capítulo de su autobiografía y la de nuestro país. Con estilo descarnado y directo nos recuerda una época de niños de inmensos ojos tristes, orejas de soplillo y rodillas huesudas. Niños que no comprenden nada de lo que está pasando, pero que aceptan lo que viene como algo natural. Da igual que sea una bofetada o una caricia, el hambre desesperada y constante o la abundancia repentina. Todo es asumido con semejante calma, con la misma indiferencia fatalista. Y es que estos niños que no conocen ningún porqué son precisamente los grandes perdedores de la tragedia de un pueblo. Y Giménez está ahí para denunciar el abuso del que detenta el poder sobre el más indefenso. Del vencedor sobre el perdedor, el fuerte sobre el débil, el adulto sobre el niño. El rostro avinagrado, arrogante y colérico de cobardes revanchistas dispuestos a desfogar su rabia y su resentimiento con quien no puede enfrentárseles. En esa España que una vez existió y en muchas partes todavía existe, Giménez está también retratando la condición humana. El conocimiento de que la masa ciega se escuda en el anonimato para estar siempre dispuesta a correr en defensa del vencedor, en ayuda del poderoso. Paracuellos apunta hacia todo aquel que está dispuesto a buscar una excusa para destruir, rapiñar y violar, para apostarse en un tejado y disparar a todo lo que se mueva.