04.22

DICK TRACY 1947-1948. Chester Gould. El final de la edad dorada de primera la gran tira de género negro, con la presencia de Murmullos, el último villano memorable en una hilarante galería en la que la cara (y el nombre) es el espejo del alma. Con todo, las peripecias de Dick Tracy mantendrían el pulso unos cuantos años más como el genuino detective duro de pelar, de una pieza, violento y sin remilgos. Un tebeo brutal y modernísimo en su época, y que todavía aguanta satisfactorias e iconoclastas lecturas, no en vano Martí le rendiría constante homenaje en las páginas de El Víbora en aquellos años en los que las revistas de cómics se distinguían por abordar temas, y abordarlos de unas maneras, que hoy harían torcer el morrito a los adalides woke.
 
PRÍNCIPE VALIENTE 1971-1972. Harold Foster, John Cullen Murphy. Las últimas páginas del maestro Foster antes de jubilarse, siempre a un nivel muy superior a cualquiera de sus contemporáneos y de cualquier cosa que viniese después, y el debut de John Cullen Murphy, quien seguiría los bocetos y guiones del autor durante casi una década más. Wally Wood podría haber sido el continuador de la saga, y el que finalmente fuese a parar a las manos de Murphy se ha convertido en uno de los grandes misterios del universo y una constante fuente de dolores de cabeza para los aficionados. Pero no, esta no es una etapa prescindible. Mientras Foster continúe escribiendo su mezcla de épica y galantería, cotidianeidad y drama, fina ironía y amor por la naturaleza, y, en definitiva, sabia comprensión del ser humano, sólo por eso, ya merece la pena.
 
ANTOLOGÍA. Joan Boix. Este tebeo nos habla de otra época. Nos habla de quioscos callejeros, de leer montañas de cómics en la cama a la luz de la lamparilla de la mesita de noche y de recreos en los que deberíamos estar estudiando para el control del viernes en lugar de estar dibujando monigotes en los márgenes de la libreta. De años más ingenuos, de descubrimiento, en los que perseguíamos nuestra ración a la salida del colegio sin saber nunca dónde ni cuándo iba a aparecer. De tiempos en los que las historias se contaban en ocho páginas y en ellas había que condensar, emocionar y sorprender. De ilustradores académicos, de un perfeccionismo apabullante, que ponían el listón muy alto en cuanto a calidad artística, aun cuando tuviesen que batallar con relatos menores, en los que preferiblemente había que colar un poco de carne siempre femenina, y que traían a la mente a Edgar Allan Poe y las películas de la Hammer. Son tebeos en los que los autores y el medio batallaban por hacerse adultos. Y esta es una digna, justa y necesaria recuperación de nuestro patrimonio. Nuestro deber y salvación.
 
RECKLESS: AMIGO DEL DIABLO. Ed Brubaker, Sean Phillips, Jacob Phillips. Los Brullips son como Los Ramones. O AC/DC. O The Bevis Frond (je). Llevan décadas haciendo lo mismo, pero qué bien lo hacen. En Reckless suenan a cosas ya leídas. A La Escena del Crimen, a The Fade Out, al mundillo de Hollywood y al de las sectas destructivas. Chicas con ganas de triunfar, ejecutivos sin escrúpulos, y un (anti)héroe muy despistado. Nada nuevo ni en fondo ni en forma. Quizá la única diferencia radique en que al frente del relato, el incontinente dueño del omnipresente monólogo interior, ponen a un tipo más altruista de lo que suelen emplear y que se mueve más por el deber que por el querer, aunque no del todo. Una especie de protagonista de la Cannon con, también, tendencia a dejarse manipular por el corazón o la entrepierna. En consecuencia con la labor de nuestros chicos, nos es también difícil comentar una nueva obra de este dúo cuando ya llevan tantas seguidas a tan gran altura, y decir algo no dicho antes. Así que, hala, ya saben, aquí hay otro ejercicio del que van a salir completamente satisfechos y hasta con ganas de más. Van sobre seguro.
 
LOS PROYECTOS MANHATTAN. Jonathan Hickman, Nick Pitarra, Jordie Bellaire, Ryan Browne. Cualquiera que quiera saber de qué va esta serie lo podrá descubrir fácilmente a poco que busque porque en todas partes encontrará el mismo resumen: el Proyecto Manhattan, el que dio lugar a la bomba atómica, en realidad se trataba de una serie de proyectos en los que los científicos y militares (reales) que participaron en ellos dieron rienda suelta a sus más locas ambiciones. Todo ello aderezado por un dibujante que parece un Frank Quitely guarro y una colorista que da el do de pecho narrativo. Pero es que la cosa viene ideada por Jonathan Hickman, nada menos, justo cuando estaba demostrando lo grande que podía ser, su excelencia como planificador y su visión de conjunto a largo plazo. Aquí tenemos todas las constantes de su obra: gente muy inteligente, argumentos más grandes que la vida, luchas de poder, viajes en el tiempo y realidades alternativas, pero a todo ello le añade mucho humor cafre. Y ahí está la gracia de este tebeo. En ver a tantos venerados personajes realizando burradas muy salvajes. Pero de verdad que no se las pueden ustedes imaginar, así de bueno es. Einstein, Feynman, Fermi, Oppenheimer, Truman, Roosevelt, Gagarin y hasta la perrita Laika, entre muchos otros, se mueven con total amoralidad por sus páginas y llevan a cabo toda clase de aberraciones, simplemente por el hecho de que pueden hacerlas. He ahí una alegoría del mundo en el que nos movemos, amigos.
 
MADMAN. Michael Allred, Laura Allred. El autor más pop con el superhéroe más loco, y la explosión de imaginación de Jack Kirby con la efervescencia del rock and roll. Este es un tebeo apasionante, una labor de amor por el medio, por la ciencia ficción de serie Z y, sí, por David Bowie, a través de una visión optimista y colorida de la experiencia lectora. Alguien dijo que los cómics deberían ser divertidos y este cumple la premisa con honores. A cada vuelta de página hay una sorpresa y un respingo, una sonrisa y una maravilla. No hay creador como Mike Allred y a ninguno le sienta mejor la paleta de colores de su esposa Laura. Pop art gran reserva para fans irredentos de Ziggy Stardust.
 
MAGE: EL HÉROE DESCUBIERTO. Matt Wagner. Hay una línea en la era de los grandes autores independientes que parte de finales de los años 70 del pasado siglo, atraviesa los 80 y desemboca a principios de los 90. Cerebus de Dave Sim, Love and Rockets de los Hermanos Hernández, Concrete de Paul Chadwick, Strangers in Paradise de Terry Moore, El Cuervo de James O’Barr, Hellboy de Mike Mignola… y cualquier cosa que hiciese Matt Wagner. Son dibujantes que se están formando, pero que tienen cosas que contar y tienen una manera distinta de contarlas. Que han crecido con Jack Kirby, pero también con Robert Crumb y Richard Corben. En realidad, no hacían nada muy diferente a lo que se podía leer por parte de las grandes editoriales: hay aventuras y fantasía y relaciones humanas y mamporros, pero estos jóvenes inquietos eran los dueños de sus propios personajes y podían hacer con ellos lo que quisieran. Matarlos incluso. Hasta que se dieron cuenta del valor de convertirlos en una franquicia. Mage nos muestra a un artista descubriendo su arte y descubriéndose a sí mismo, creciendo de un episodio a otro y ganando en interés. Es el medio que utiliza el autor para reflexionar, para cantarse las cuarenta en un roman à clef en el que él es el héroe que se enfrenta a todos los obstáculos de su carrera mientras realiza un striptease ante sus lectores.
 
EL SOLDADOR SUBMARINO. Jeff Lemire. La ración de Jeff Lemire de este mes comienza aquí con una obra inédita en España hasta la fecha. Se trata de uno de los primeros trabajos del autor, y es uno con un inconfundible sabor a su magistral Essex County. Encontramos aquí todas las señas de identidad de Lemire: los ambientes fríos; las sociedades rurales; la gente corriente, a menudo perdedores; una cierta sensación de melancolía mezclada con realismo mágico y su sempiterna preocupación por las relaciones familiares, especialmente entre padres e hijos. Para aquellos a los que les guste lo que ya conocen del autor, esta será una muy estimable adición al canon, a pesar de su final algo abrupto, fruto de que ya ha contado lo que quería contar y, por lo tanto, de que prefiere dejar al lector que saque sus propias conclusiones. Respecto al debate acerca del amateurismo de Lemire como dibujante, que sin duda volverá a surgir, en esta casa somos fervientes defensores de sus pinceles en este tipo de obras suyas, en las que demuestra una querencia más íntima y personal. Nadie podría plasmarlo con un trazo más adecuado y más expresivo.
 
BLACK HAMMER: REVIENTACRÁNEOS + CHICO ESQUELETO. Jeff Lemire, Tonci Zonjic. Y de una de las primeras obras de Jeff Lemire a una de las últimas. Lo que empezó como un bonito e inesperado homenaje por parte del guionista al corpus del cómic de superhéroes hasta llegar a convertirse en su propio Astro City, tal vez esté estirando demasiado el chicle. Innumerables miniseries han ido ampliando el universo, unas con más fortuna que otras, sobre las que destacan las dedicadas a ofrendar un sentido tributo a uno de los mejores tebeos de superhéroes jamás publicados, Starman, y a su autor, James Robinson, así como a uno de sus personajes más carismáticos, el antihéroe Shade. La presente es una de las más interesantes para aquellos que se han leído y releído de arriba abajo y del derecho y del revés su comicteca. Hay aquí reescrituras del origen de Batman y Robin, de su némesis el Joker, de la mitología que rodea al Cruzado de la Capa en su relación con su protegido, saludos al revulsivo de los grandes tebeos de los años 80 del pasado siglo como El Regreso del Caballero Oscuro y Watchmen, a sus implicaciones políticas y a la oscura época de los cómics que le siguió en los años 90, a villanos como Kingpin y Norman Osborn ocupando altos cargos públicos, a la gran serie Gotham Central, a su personaje René Montoya y al detective caído en desgracia Harvey Bullock, a Daredevil y su entrenamiento con el maestro Stick, a los monólogos interiores de Rorschach, al empleo narrativo y manipulador de los medios de comunicación y a Frank Miller en general. Hasta el dibujo recuerda a David Mazzucchelli en Año Uno y Chris Samnee en Daredevil. Aunque casi todo de refilón. ¿Es un pastiche? No, es una recopilación de grandes éxitos. Por otra parte, ¿en qué lógica desquiciada un tipo obsesivo toma a un niño, lo entrena y lo lanza a luchar contra los criminales? Este tomo reflexiona sobre eso, pero cuando llega a las páginas finales nos quedamos con la sensación, como suele pasar con Lemire, de que, a pesar de lo sobreexplotado de la serie, a esta historia le falta algo, de que podría haber profundizado más. Y quizá lo haga, ¿verdad?